viernes, 20 de agosto de 2010

Capturar el momento

La escena era perfecta. La abuela, con su sonrisa y ese brillo travieso en sus ojos. Mis tíos y mi madre platicaban animadamente soltando carcajada tras carcajada. Mis pequeños primos jugaban en el piso ajenos al barullo a su alrededor. Tres generaciones conviviendo armoniosamente. Tres y media, porque mi prima sonreía como la Monalisa mientras sus manos acariciaban inconscientemente con ternura la promesa que crecía en su orgullosa barriga. 
La luz jugueteaba mágicamente entre sus cabellos y sus figuras. 
Fui corriendo por la cámara fotográfica. 
Cuando regresé, la abuela estaba con cara de preocupación, con la mirada perdida hacia la puerta. Mis tíos discutían y mi madre trataba de calmarlos. Mis primos estaban inquietos y asustados por los gestos y las palabras fuertes. Mi prima intentaba reprimir el sollozo mientras una lágrima rodaba por una de sus mejillas; sus manos extendiéndose protectoramente sobre su vientre. 
La luz se ocultaba tras unos nubarrones que presagiaban tormenta y las sombras se fundían con la obscuridad que llegaba. 
Suspiré azorado. El momento mágico se había ido. Seguramente por la puerta que mi abuela miraba tan fijamente.

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