sábado, 4 de julio de 2015

Un rey verdadero

Los ejércitos se enfrentan y el tablero de ajedrez tiembla. 

El rey, temeroso, se refugia en el enroque, su Castillo. A lo lejos se oye el fragor de la batalla. Entonces escucha un ruido cercano, tiembla, se encoge , se cubre la cara, se tapa los ojos. Oye un carraspeo cercano. 

"Señor, hemos ganado". El rey voltea y ve a un diminuto peón. "Logramos el triunfo". El pequeño explica cómo él personalmente ha planeado y dirigido la batalla. También cuenta que participó en el combate y que salió herido. El monarca lo mira con asombro e incluso con admiración. Y piensa que un rey verdadero no es el que lleva investidura, ni el que nació regiamente, sino el que actúa con valor para su reino. El soberano sonríe, se quita la corona y se le pone al valiente peón, proclamándolo rey. 

Todos, piezas e incluso los jugadores, lo miran extrañados, pero a él no le importa. Un verdadero rey es el que por sus actos se convierte en uno, aunque las reglas del ajedrez no lo permitan. 

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