La escultura terminada emergía entre una nube de polvo.
Perfecta. Exacta.
La gente asombrada miraba. Incrédulos. Callados.
El escultor había trabajado con precisión milimétrica.
Obstinado. Inconmovible.
Gris, empolvado, con los ojos apagados.
En vez de infundirle vida,
le infundió muerte...
2 comentarios:
Sería para un cementerio.
Saludos
Bravo.
Misterioso y mágico.
Un abrazo.
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